¿Planificar por obligación?

A menudo la planificación escolar adquiere todo el perfil de un caprichoso trámite burocrático que solo sirve para generar en los docentes sensaciones totalmente alejadas del pragmatismo y próximas a los formalismos absurdos que tanto se parecen al desaprovechamiento de los recursos humanos.

Así, el inicio del ciclo lectivo suele comenzar con una etapa de enorme trabajo para maestros y profesores que muchas veces, paradójicamente, no parece traducirse en un aporte significativo a la hora de proyectar cómo y qué habrá de enseñarse, y mucho menos aún, una organización optimizadora y facilitadora del trabajo que se realizará lo largo del año. Sin embargo, el objetivo esencial de la planificación es justamente el de ser una herramienta útil y no una mera molestia burocrática acorde a las exigencias administrativas de turno. De allí que a veces parezca necesario volver a recordar que planificar significa revisar los logros de años anteriores, seleccionar información, estimar tiempos, calcular recursos, en síntesis, trazar un plan útil. Concretamente útil.

La realidad, no obstante, suele decirnos que de Tyler a Stenhouse mucha agua ha corrido bajo el puente y que a menudo, las líneas teóricas llegan al profesorado como “modas” que parecen (incluso con las mejores intenciones) apartarse del sentido original con que el método de planificación ha sido pensado. Los desarrollos teóricos se normatizan y se transforman en formularios estandar que deben ser completados con rigor meticuloso, demandado intrépidos malabares a la hora de ajustar la realidad al formato del momento. Desde el cuestionable modelo por objetivos hasta las flexibles concepciones humanistas o la interesante sugerencia de concebir la planificación como una hipótesis de trabajo, no debería nunca descuidarse la necesidad central que da razón de ser a la planificación: servir a la práctica de la enseñanza en el aula, esto es, ser una herramienta a favor del docente.

Queda a directivos y a docentes hacer de la planificación un aporte a la práctica de la enseñanza y no un problema en sí mismo. Porque la realidad de lo que sucede en la escuela sabemos bien que se encuentra dentro de las aulas... y no necesariamente en las artificiales columnas reglamentarias. Así pues, creemos que recuperar el sentido de la planificación no solo profesionaliza el rol docente sino probablemente contribuye a mejorar la calidad misma de la enseñanza.

Graciela Paula Caldeiro

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por Graciela Paula Caldeiro