• Los niños y la lectura

Consejos para padres

A menudo se dice que los chicos no leen y se sostiene, con esta frase, la implícita afirmación de que la lectura es buena en sí misma. Quizá cabría preguntarnos seriamente primero por qué creemos que es buena la lectura. ¿Cómo promover algo si no tenemos argumentos convincentes? Sobre este punto habrá mucho que decir, desde que la lectura desarrollará la capacidad de concentración, hasta que favorece la construcción del conocimiento. Estas afirmaciones podrían incluso contrastar a la televisión con los libros, poniéndolos en clara ventaja tanto desde el punto de vista de la calidad, como de la diversidad de contenidos... o incluso ponderar el hábito de la lectura desde la perspectiva de la exigencia cognitiva. Sin embargo, no podemos pasar por alto que todo ha cambiado mucho últimamente y quizá nuestros caballitos de batalla en defensa de la lectura resulten un poco anticuados a la hora de entusiasmar a las nuevas generaciones de lectores.

Aquí merece párrafo aparte la Red de Redes, porque no es novedad que Internet ha cambiado las reglas de juego y aparece como una honesta y poderosa competencia de la lectura tradicional. En el sentido mediático, a diferencia de la TV que excluye la lectura y promueve la pasividad, la Red demanda no sólo entusiastas lectores, sino además, lectores interactivos. Además, desde el punto de vista de los contenidos, Internet absorbe tanto la dimensión informativa como la del entretenimiento. Existen sí, nuevas exigencias y otras tantas posibilidades. Y cabe entonces la discusión de para qué se usa Internet y cómo. Pero no discutiremos ahora la naturaleza de la lectura de la Web ni sus numerosas implicancias, sino que trataremos de argumentar- desde este contexto que no puede ignorarse - por qué la lectura tradicional sigue siendo una habilidad valiosa y por qué vale la pena volver a pensar buenas estrategias para que los chicos encuentren en la lectura tradicional una actividad estimulante.

¿Instalar éste hábito en los niños sigue teniendo el mismo valor ahora que antes? A juzgar por lo que vemos hoy en la Red, podríamos afirmar que el valor es incluso mayor ya que la habilidad para la comprensión lectora, asi como también la capacidad de producir textos propios, es una de las grandes exigencias de la Web.

Asi pues, debemos observar que la lectura como hábito no depende del soporte. Esto es cierto aún cuando todavía veamos muy lejano que librerías y bibliotecas de papel sean remplazadas por enormes bancos de datos para ser leídos en pantallas digitales. Para cuando esto suceda quizá los libros sean piezas de museo, pero de ninguna se habrá dejado de leer.

Ahora bien, si la lectura es algo tan propicio ¿por qué resulta entonces que instalar el hábito de lectura en los niños de hoy suele ser una tarea difícil de llevar adelante? En lo personal observo dos causas centrales: la falta de tiempo por un lado y la predispocisión a la ansiedad. Estos dos factores no deberían perderse de vista a la hora de implementar una estrategia exitosa. Veamos...

En primer lugar, la habilidad para la lectura - y adicionalmente, para la correcta escritura- no se alcanza sin esfuerzo. Y para adquirir tales competencias es necesaria una frecuente ejercitación.

La lectura de un libro requiere tiempo. Una realidad es que los chicos de hoy están más ocupados de lo que solía estarlo la generación de sus padres. La doble jornada escolar, cuando no las actividades sociales y los juegos en computadora, acortan las horas disponibles para sumergirse en el universo de la lectura. Por otra parte, los niños están acostumbrados al ritmo veloz y fragmentario que impuso la TV y que Internet aceleró hasta la interactividad... la lectura de una novela, por dar un ejemplo, demanda unas cuantas páginas hasta que atrapa y traslada al lector a otra velocidad. Hay que tener paciencia y el contexto mediático actual predispone a la ansiedad. El paradójico resultado es que muchos niños hiperestimulados - aún cuando se alfabetizan siendo cada vez más pequeños – agotan su precocidad al ingresar a la escolaridad primaria y luego, atrapados por otros intereses, no se sienten entusiasmados por la lectura.

¿Qué hacer entonces si queremos fomentar la lectura en los niños? La tarea sin ninguna duda desborda el ámbito escolar. Es prácticamente imposible exigir lectura en términos de tarea escolarizada y aspirar a que de esa exigencia, surja espontánemanete el placer y con él, el hábito. Suele decirse entonces que de padres lectores, nacen niños lectores. Esto parece razonable, sin embargo, la presión de los padres para imponer el hábito a sus hijos, no siempre es exitosa... lo que resulte en un caso, podría no ser efectivo en otros... veamos algunas ideas que puedrían ser de alguna utilidad para los padres...

Proponer lecturas adecuadas

¿Qué es una lectura adecuada? No siempre el gusto del padre es el mismo que el del niño. Podemos recordar con mucho cariño los viejos clásicos infantiles de la colección Billiken, pero muchos de estos títulos probablemente sean poco atractivos para nuevas generaciones. O tal vez no. Pero no debe olvidarse que el contenido es la clave del asunto. Por otra parte es fundamental que la lectura sea adecuada a la edad (extensión del texto, vocabulario, temática) y los intereses de cada chico. Un niño que terminó primer grado, puede empezar a leer historias, pero seguramente, valorará mucho más aún los aspectos gráficos del libro cuyas ilustraciones favorecen la comprensión y facilitan la iniciación lectora. Un libro excesivamente complejo para el nivel del niño, que requiera asistencia de un adulto para su comprensión, no es una buena idea ya que el joven principante sentiará que leer un libro es algo desafortuandamente difícil cuando no aburrido. El texto siempre debería ser accesible de manera autónoma.

Instalar el hábito

¿Instalar el hábito por las buenas o por las malas? La pregunta no es gratuitamente irónica. Si bien nada se consigue sin esfuerzo, éste no funcionaría como única vía de satisfacción. En todo caso, el objetivo será que el contenido de la lectura abra otras perspectivas que permitan despertar el entusiasmo.

Muchas veces los chicos relacionan el hábito de la lectura con la obligación escolar. ¿Cómo convencer a un niño entonces de que lectura -entre otras cosas- es una fuente inagotable de placer y entretenimiento? Es muy difícil instalar un hábito productivo sin algo de esfuerzo de la voluntad al principio, sobre todo si esto supone que el niño vea menos televisión o pase menos tiempo jugando con la computadora. Es importante encontrar el momento justo y no instalar la lectura como algo que se hace cuando no se mira TV sino como algo que se hace “además”. La idea es encontrar el momento propicio para leer sin que esto se sienta como una pérdida, una exigencia o un castigo.

De esta manera, una buena idea es instalar hábitos familiares con tiempos dedicados a lectura, por ejemplo, media hora antes de dormir. Los períodos de vacaciones, por la mayor disponibilidad de tiempo libre, son muy buenos momentos para trabajar en este sentido. A medida que el niño comience a ser atrapado por las historias, descubrirá entonces que puede entretenerse con la lectura y la buscará espontáneamente.

Cantidad o calidad

Cuando los niños se entusiasman con la lectura, suelen sentir el orgullo de haber terminado un libro “largo”. A veces cuentan la cantidad de páginas o capítulos leídos, como un triunfo aparte. ¿Un libro es mejor si es más largo? Desde ya que no, pero esto explica en parte el éxito sin precedentes de la saga de Harry Potter entre los jóvenes lectores. Vencer la longitud de un texto es una de las satisfacciones adicionales que refuerza el entusiasmo por la lectura.

En este sentido, conviene estimular las motivaciones de los niños por absurdas que puedan parecernos. Ya habrá tiempo de descubrir cosas nuevas...

Hablar de lo que se lee

Hablar sobre lo que hemos leído es un buen tema de conversación. No se trata de interrogar al niño sobre su nivel de comprensión lectora. Asi mismo es innecesario que los padres tengan que leer el material que leen sus hijos para luego “evaluarlos”, se trata de compartir lo leído para volver a disfrutarlo. Se trata también, de aprender que hay libros más buenos que otros, que algunos nos gustarán mucho y otros no tanto. Se trata, por supuesto, de hacer de la lectura un hábito familiar y no tan solo una exigencia escolar.

Finalmente, nos queda decir que existen en el mercado editorial una muy interesante literatura infantil que sin duda está esperando ser descubierta. Ir de paseo a la librería con los chicos, aprender a leer las contratapas, elegir un libro... es parte de abrir el camino...

por Graciela Paula Caldeiro