Sandra R. Barrera 23-11-2008 3:21: [[adcontent:]] ## La libertad de la palabra Confieso que por allí leí algo donde según mi memoria selectiva Ortega y Gasset decía que la palabra era como un sacramento que no se administraba. Confieso que la palabra es mi mejor amiga. Y pongo a disposición de la ciencia todo veredicto que sobre esa amistad quiera hacer. En el artículo de un diario nacional, Lo que valen las palabras, se informa sobre una media sanción de un proyecto de ley que intenta “eliminar el sexismo en la administración pública y en los medios de comunicación” con un Manual de Estilo con perspectiva de género. Sucede que la lengua es un sistema dinámico que vive porque el hablante le da vida, lo hace prudente o imprudente, lo imprime con ese sello particular de la economía que le genera el acto de decir cuando puede lo que debe y a quien lo debe decir. La lengua existe porque el hombre lo permite. No existen leyes que rijan el destino de la palabra pues en el acontecer se va generando la necesidad de un término y no de otro. Cuando se habla se define mi situación con el otro en el momento en que se dice la parabola. No me imagino, en ese momento, un conversación haciendo énfasis en la a y en la o -de la mujer o del varón- porque hay palabras que sabiamente han demostrado a lo largo de la historia que insumen menos tiempo y mucho significado al decirlas. Las palabras existen liberadas de las ideologías, a no ser que éstas las usen para sus objetivos. Quiero que me digan “usted es una persona con derechos que no se discuten por su género” y no que me hagan creer que porque me diferencian nombrando a ellos y a ellas me dan esos derechos, porque estoy convencida de que los tuve desde siempre. Las palabras son significado antes de que se creen los manuales. Ingresan a los diccionarios cuando los hablantes les otorgan ese permiso por la habitualidad que no es impelida por algunos sectores sino espontánea de todos los usuarios. Sería bueno que los manuales de estilo se realicen siempre a favor del buen uso de los términos, contra la escasez de vocabulario y contra la mala ortografía sea en el sector social que sea. A veces me tambalea la moda. La discusión sobre los géneros que puede remitir a la década del cuarenta con las disquisiciones de Simone de Beauvoir (y aclaro que la preposición “de” no le hubiera gustado que la usaran para decir “señora de Sartre”) es un poco ¿extemporánea? para entender los mensajes de textos de nuestros adolescentes o los effeame de los fotolog y cuánto término más sin género, apurado y económico. Confieso que mi deseo es que dejemos en libertad a la palabra y a su hablante que dispone de ella, porque los mandatos autoritarios no son viables en ningún crecimiento. Las palabras nacen y crecen sanamente y mueren cuando las dejamos de usar, no son buenas ni son malas. Son nuestras, pero son libres. Sandra R. Barrera Prof. de literatura [[privatemail:raqsandra@hotmail.com|Sandra R. Barrera|1227421267]] enviádo por Sandra R. Barrera

por Graciela Paula Caldeiro